La materia de toda narración estrictamente poderosa es lo humano, a secas.
Y si bien ningún escritor debe redactar una frase que contenga seguidas las palabras «el escritor debe» o «el escritor no debe», acaso se exigiría hablar de autenticidad, otro concepto huidizo y complicado. El escritor debe ser auténtico al mentir, al construir un mundo ficticio, al saquear la «realidad» (la interior, la «real», la fantástica, alegórica, erótica, memoriosa...) para dar forma a una irrealidad textual más inclemente y de mayor orfandad, y quizá sólo así habrá de trascender toda frontera del espacio o del tiempo.
El escritor debe ser inclemente con su mundo. Más todavía si ese mundo no existe.
Historias para un país inexistente, un ensayo de Geney Beltrán Félix, léelo completo en su blog
Y si bien ningún escritor debe redactar una frase que contenga seguidas las palabras «el escritor debe» o «el escritor no debe», acaso se exigiría hablar de autenticidad, otro concepto huidizo y complicado. El escritor debe ser auténtico al mentir, al construir un mundo ficticio, al saquear la «realidad» (la interior, la «real», la fantástica, alegórica, erótica, memoriosa...) para dar forma a una irrealidad textual más inclemente y de mayor orfandad, y quizá sólo así habrá de trascender toda frontera del espacio o del tiempo.
El escritor debe ser inclemente con su mundo. Más todavía si ese mundo no existe.
Historias para un país inexistente, un ensayo de Geney Beltrán Félix, léelo completo en su blog
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