31 agosto 2008

Escultor

Incomprendido, el buitre mira su obra con la cabeza entre los hombros levantados. Resopla con tristeza. Donde él ha puesto su talento, el mundo sólo ve carroña, jirones de carne inútil, músculos y nervios que se han de llevar el tiempo para dejar únicamente el brillo blanquísimo de un esqueleto.

Con su pico grueso y poderoso arranca lo superfluo para realizar una talla minuciosa, dibuja en cada hueso las historias que le cuenta el desierto. Levanta el vuelo y en soledad planea la saga que ha de acompañar al siguiente muerto.


Publicado en Químicamente impuro

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