05 febrero 2009

Ediciones sin Nombre

Ediciones sin Nombre estrena página en la red, a continuación el texto leído por Miguel Angel Quemain en la presentación de la página web de la editorial, el 3 de febrero de 2009:

La página web que se presenta hoy no sólo es un catálogo electrónico de Ediciones sin nombre. Es un recuento de su pasado. La ausencia de un nombre se convirtió en uno. El valor de lo negativo, del vacío, adquiere una realidad conformada por casi tres centenas de títulos que muestran un conjunto de relaciones absolutamente fecundas con los autores y sus mundos de origen.

La obstinación de Ana María Jaramillo que trabajó durante meses y por su cuenta, equipada con herramientas muy lejanas a las que se utilizan para realizar una página web, como el power point y los editores de imagen que adiciona Windows, logró trazar un mapa que hizo posible la brújula artística de José María Espinasa, que parecía negarse a dejar huellas claras de ese viaje que este 2009 cumplirá quince años.

La organización de la página permite pensar comparativamente muchos aspectos que definen a la editorial y que inevitablemente ponen en escena un oficio de editor que parece en extinción.

Como pocas editoriales mexicanas, la poesía ocupa un lugar primordial y plural. Desde poetas mayores como Angelina Muñiz Huberman, Jorge Ruiz Dueñas, Gerardo Deniz, Tomás Segovia, Ramón Xirau, José Kozer, Enrique Fierro, hasta poetas que dan sus primeros pasos como Daniel Bencomo, Alejandro Tarrab o Roberto Morris. No es casual que en la estadística que ofrece la página, de los 290 libros publicados 101 sean de poesía, inscritos en la colección Salamandra.

Al pasar de los años y sin proponerse esa falsa democracia de los autores a la que están obligadas las instituciones que fomentan la cultura y la creación, Ediciones sin nombre ha ofrecido un registro de la poesía mexicana bajo la mirada de un poeta discreto, que no fomenta el epigonismo y que saluda a sus pares con la generosidad que no pide nada a cambio.

Cuando planeamos la página, Ana María decía con vehemencia que estaba concebida para que el navegante pueda tomar de ahí lo que se le antoje. Esto todavía es difícil dado que el contenido de la página está conformado de textos transformados en imagen que hace imposible el cortado y pegado de los espléndidos textos de las solapas y las semblanzas de los autores que tan útiles son para la prensa interesada en difundir textos que apenas tiene tiempo de leer.

La elaboración de esta página hace necesaria e inevitable la revisión de muchos aspectos que son básicos en el ejercicio de la difusión. Mencionaré sin una jerarquía algunos de ellos.

La labor de amoroso escaneo de cada parte del libro compensa la flojera de muchos autores que aplazan indefinidamente el envío actualizado de currículos y materiales que pueden enriquecer su presencia en la página. Si los esfuerzos de difusión dependieran de los interesados en dar a conocer su obra se obtendrían muy pocos resultados. Con todo y que esto es un festejo, no puedo dejar de señalar esa pereza generalizada no solo en esta página, pues se observa incluso en las institucionales que han conformado diccionarios, como el INBA y la UNAM, donde diariamente se persigue a los creadores para que verifiquen la información que a menudo se califica de imprecisa.

Hay catálogos institucionales que se han preocupado por reeditar obras extintas bajo el formato ambicioso de la obra completa, aun cuando los autores editados tengan mucho que decir. Ese acto, aparentemente generoso y de recuperación, ha terminado por convertirse en un síntoma, cuya cabeza más visible sería una frase del estilo: “y por qué yo no”.

En fin un catálogo logrado de relaciones públicas siempre incompletas en un país cuyas regiones dan muestra de excentricidad literaria. En Ediciones sin nombre hemos visto, y ahora la página web lo hace evidente, cómo un autor crece en número de títulos y deja en la editorial una huella significativa: Esther Seligson, Gardea y Tomás Segovia, son un ejemplo.

Muchos se preguntarán cómo autores tan importantes, editados en grandes espacios comerciales que tienen garantizada una distribución menos precaria que las pequeñas editoriales, se deciden a publicar en este espacio. Hay varios factores que enumerarlos aquí llevaría muchas páginas, pero mencionaré dos que me parecen sustanciales, uno tiene que ver con la editorial y consiste precisamente en su coherencia, su actitud de respeto y fidelidad a un conjunto de autores que forman el canon mexicano y su capacidad de apuesta y riesgo por autores jóvenes que se han consolidado en la constancia de la disciplina.

Otro factor, tiene que ver con la certeza de que no todo es mercado, como lo entienden las voraces empresas editoriales que con viejos y prestigiados nombres solo piensan en el lector indiferenciado del supermercado. Eso ha destruido la autoridad moral y el prestigio de muchos sellos comerciales.
Hay muchas editoriales mexicanas que reciben los libros de autores muy importantes, consagrados con premios y reconocimientos, pero que fueron rechazados por editoriales comerciales que suelen argumentar su ineficacia en el mercado; en otros casos por editoriales gubernamentales que parecen poseedoras de un lista negra que a menudo se construye en la rueda de la fortuna de los puestos burocráticos y las alternancias en el poder.

Me parece que el catálogo muestra un rechazo a los valores comerciales (por llamar de algún modo a esos criterios de supermercado) y un amoroso apego a una tradición editorial y literaria que consolidó a los autores que publicaron Joaquín Diez Canedo, Arnaldo Orfila y Juan Grijalbo o intelectuales señeros que influyeron en la formación del catálogo editorial del México del siglo XX como Alfonso Reyes o Daniel Cosío Villegas, por mencionar los nombres más sonoros.

En la editorial hay varios casos sobre los que me parece muy importante hacer una breve reflexión y que ahora el orden de la página web y la lectura tan meticulosa que ha puesto en pantalla Ana María Jaramillo evidencian:

Dónde si no en Ediciones sin nombre podría aparecer publicado un autor tan complejo como Jesús Gardea cuya sinceridad y honestidad intelectual lo dejó sin amigos burócratas que lo editaran. Dónde si no en ediciones sin nombre podría encontrarse gran parte del pensamiento de Tomás Segovia.

Dónde si no en Ediciones sin Nombre podríamos encontrar un registro tan amplio de la obra de Esther Seligson, a pesar de que no ha menguado el interés de algunos gerentes por publicar a mujeres y todas las subcategorías de lo femenino: mujeres judías, mujeres solas, mujeres indígenas, mujeres que aman demasiado, en fin.

La más reciente aventura es nada menos que la reunión en dos tomos de la obra del clásico poeta Agustí Bartra, El canto del mundo, que bien pudo ser editada hace mucho tiempo por Conaculta, la SEP, la UNAM, el Fondo de Cultura Económica, cuya misión, a pesar de los supinos administradores con que cuentan, no es enriquecerse sino ofrecer a los lectores mexicanos las obras que permiten entender nuestra tradición y gozar como lectores

La página posee un espacio para las ventas que habrá de perfeccionar y promover. Hasta ahora es la ventana para realizar un pedido, pero dependerá de la respuesta de los lectores si se amplía para realizar un mecanismo que permita la transacción electrónica. Me parece que la calidad de los autores y temas permite esperar que lectores de otros países accedan a este patrimonio editorial.

La sección de noticias permite mantener la página viva, activa y convertirse en un aparador interesante para publicar adelantos y dar noticia de las presentaciones de libros y su resultado. Las pequeñas editoriales europeas lo hacen con mucho éxito.

La sección de blog es otro instrumento en el que Reyes Sánchez ha insistido en otros espacios y con éxito. Pues la comunicación con los lectores es parte fundamental de una editorial que se ha convertido en un medio electrónico y amplía la comunicación que pueda tener con sus lectores a través de las librerías y los números que indiquen las ventas. Amazon y otros espacios de venta electrónica que se han desarrollado en el mundo anglosajón implementaron esa forma de comunicación con el público a través de la solicitud de publicar una reseña. Los ingleses y los estadunidenses funcionan distinto, pues a veces encontramos mejores reseñas de los lectores que de los especialistas en la materia.

Todos esperamos que este nuevo espacio sea un ámbito de interacción y que los lectores y los autores se encuentren representados en un medio que exige muchas horas frente a la pantalla y mucha interacción con el navegante.

Felicidades a Ana María Jaramillo por esa terquedad que ha hecho posible esta página, a Reyes Sánchez por traducir las intuiciones de la editora y a José María Espinasa, por la creativa resignación con la que ha recibido un mundo que está muy lejos del papel y la belleza de sus ediciones.

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