05 noviembre 2007

Be Gorostiza, my friend


Empty your mind. Be formless, shapeless. Like water. You put water into a bottle and it becomes the bottle. You put in a teapot, it becomes the teapot. Water can flow, or it can crash. Be water, my friend!

Vacía tu mente. Libérate de las formas. Como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera. El agua puede fluir… o puede golpear. Sé agua amigo.

Be water, my friend es ya una de esas frases integradas a la cultura popular gracias a un anuncio de autos. Hace unos días, necesitado de un mantra que apaciguara el espíritu me la repetía: Be water, my friend, si lo dice Bruce algo ha de tener; la verdad es que no sirvió de mucho.

Hoy, en descanso, me dejo llevar, soy agua y me hipnotiza el centrífugo andar de la lavadora. Soy agua, soy un ojo que mira el ojo que lo mira, el rigor del vaso:

VII

En el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma
-ciertamente.
Trae una sed de siglos en los belfos,
una sed fría, en punta, que ara cauces
en el sueño moroso de la tierra,
que perfora sus miembros florecidos,
como una sangre cáustica,
incendiándolos, ay, abriendo en ellos
desapacibles úlceras de insomnio.
Más amor que sed; más que amor, idolatría,
dispersión de criatura estupefacta
ante el fulgor que blande
-germen del trueno olímpico- la forma
en sus netos contornos fascinados.
¡Idolatría, sí, idolatría!
Mas no le basta el ser un puro salmo,
un ardoroso incienso de sonido;
quiere, además, oírse.
Ni le basta tener sólo reflejos
-briznas de espuma
para el ala de luz que en ella anida;
quiere, además, un tálamo de sombra,
un ojo,
para mirar el ojo que la mira.
En el lago, en la charca, en el estanque,
en la entumida cuenca de la mano,
se consuma este rito de eslabones,
este enlace diabólico
que encadena el amor a su pecado.
En el nítido rostro sin facciones
el agua, poseída,
siente cuajar la máscara de espejos
que el dibujo del vaso le procura.
Ha encontrado, por fin,
en su correr sonámbulo,
una bella, puntual fisonomía.
Ya puede estar de pie frente a las cosas.
Ya es, ella también, aunque por arte
de estas limpias metáforas cruzadas,
un encendido vaso de figuras.
El camino, la barda, los castaños,
para durar el tiempo de una muerte
gratuita y prematura, pero bella,
ingresan por su impulso
en el suplicio de la imagen propia
y en medio del jardín, bajo las nubes,
descarnada lección de poesía,
instalan un infierno alucinante.

Muerte sin fin, de José Gorostiza.

Y soy agua, soy el rigor del vaso, me lleno de pensamientos inútiles: la habilidad limpiadora de las cápsulas naranjas del Ace Acti-Blu, el trabajo publicitario de Salvador Novo (Siga los tres movimientos de FAB: remoje, exprima y tienden), luego Gorostiza y Muerte sin fin, mientras los pantalones de mezclilla giran y giran en la lavadora, para terminar inteligencia, soledad en llamas que todo lo concibe sin crearlo.

Eso, todo lo concibo sin crearlo... Y luego Laura me pregunta porqué tardo tanto en lavar.

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