20 noviembre 2008

insanabile scribendi cacoéthes

En A hombros de gigantes Robert K. Merton describe los síntomas de la insanabile scribendi cacoéthes refiriéndose a investigadores, pero la relación bien aplica para cuentistas, novelistas, ensayistas y poetas.

“Recordarás a Fuller, ese clérigo tan querido por mucha gente importante, desde Autrey hasta su admirador póstumo, Coleridge (“¡Dios te bendiga, querido anciano!”). Es fácil comprender por qué razón este “preñado ingenio” era apreciado y querido, sobre todo cuando nos lo imaginamos recorriendo las calles de Londres con su gran libro bajo un brazo y su diminuta esposa bajo el otro. Ni tampoco resulta misterioso que llegara a escribir tantísimos libros, lo mismo grandes que pequeños, pues supo aprender ese maravilloso método que muchos de nosotros podríamos también aprovechar, el que consiste en escribir, simplemente la primera palabra de cada línea de cada hoja y rellenar luego todo el espacio restante, resultando un contagiosísimo método para escribir con rapidez.

“Fuller nos proporciona de este modo un remedio eficaz para calmar periódicamente la comezón de publicar. Los médicos del alma captarán pronto lo que se esconde bajo esta sencilla frase, y reconocerán ahí esa maligna enfermedad conocida, desde los tiempos de Juvenal, como la insanabile scribendi cacoéthes. Su etiología es oscura, pero hay pruebas epidemiológicas que nos proporcionan unas cuantas claves. Hay señales de que su frecuencia va creciendo a un ritmo regular en las instituciones educativas o investigadoras que derrochan los premios para cualquier autor prolífico de artículos científicos o libros de erudición. Parece que la edad es un importante factor en cuanto a predisponer a los sujetos a contraer esta enfermedad, gracias sobre todo a cierto proceso social de tipo básico: con el transcurso de los años, los científicos y eruditos que han publicado con generosidad reciben constantes peticiones de los editores, directores de revistas, etc., en el sentido de que lleven a la imprenta más y más palabras. No obstante, la tendencia general a contagiarse de esta afección parece menos extendida que el síndrome del nada-que-decir (aunque en muchas ocasiones, ambas enfermedades pueden coincidir). Los niños de pecho raramente se ven atacados por esta última. Hay algunos científicos y eruditos que logran evitarla en los primeros años de su carrera; otros se libran de ella hasta la plena madurez, momento en el que la contraen; y hay muchos que se libran por completo de padecerla. Pero con el enorme crecimiento del número de revistas publicadas, y con la apremiante necesidad que sienten las editoriales de impedir que se les queden paradas las prensas, ahora la enfermedad amenaza con hacerse endémica. Sus ataques se repiten en las mismas personas."

No hay comentarios.:

Puede interesarte...

Related Posts with Thumbnails