18 noviembre 2008

repetición

Todas las noches escuchó la misma melodía. Por encima del canto de los grillos, del paso lejano de los autobuses allá en la avenida, de los noctámbulos sin rumbo que toda ciudad tiene, del llamado sexual de los gatos que corren por las azoteas, del ladrido que encuentra la solidaridad inmediata de otros perros, por encima del rumor con que la tierra exhala en las noches, me alcanzan obsesivas esas notas que se repiten una y otra vez hasta muy entrada la madrugada.

Ya no intento identificar su origen, perdí demasiado tiempo tratando de adivinar de cuál de las casas sale la música, siempre a la misma hora, repitiéndose cíclica. Por ahora me basta con saber que un vecino, todas las noches, llega a su casa, prende el aparato de sonido y reproduce repetidamente una pieza musical, obsesivamente.

Eso es lo que imagino, un hombre sentado en un sillón, en mangas de camisa, con la mirada fija y perdida en el aparato de sonido que toca una y otra vez la música de una película antigua. No hace otra cosa más que abandonar los ojos.

Conozco la pieza, pero no el nombre, la música me sigue horas después de que él apaga el aparato de sonido y vuelven los sonidos habituales de la madrugada. Para contrarrestar ese efecto fue que comencé a imaginarle destinos, algo a que atar su rutina, cualquier cosa que me explicara esa repetición.

Sé que está solo y nada espera su regreso. A sus sesiones nocturnas les he otorgado un origen: está furioso y se sabe capaz de cualquier cosa, por eso apenas entra a su casa se refugia en la música que lo lleva a mejores días: el recuerdo de la mujer con que compartía la vida. Esa mujer está muerta o lo ha abandonado. La tonada que él también tararea en la oscuridad alivia el dolor y sosiega las ganas de maldecir a un dios que tiene tan mal tino; la música lo contiene, le devuelve la calma y así no sale a buscarla para cobrar la traición.

Otra noche ha sido un anciano que encuentra en esa música la fortaleza suficiente para amanecer, soportar que el cuerpo ya no responda con la velocidad de antes y ahora su paso tropiece constante, resbale, desfallezca. Una mañana las piernas le flaquearon, no pudo sostenerse, quedó derrumbado en una esquina, sin asidero que le permitiera levantarse, pidió ayuda y quienes pasaron a su lado lo confundieron con un borracho, se burlaron, lo volvieron invisible.

Y así noche tras noche, aunque la música sea la misma, las versiones de ese hombre en la oscuridad cambian, moldes distintos para el rencor y la impotencia. Asesino, anciano, traficante, desempleado… solo.

Otra vez, comienza la melodía, se va a repetir una y otra vez. Va a cerrarse al mundo con esa tonada. Puedo sentir su rabia, es un hombre que escucha cómo llega la madrugada, cómo alguien, en alguna parte, inventa historias en la oscuridad, mientras aguarda el momento de su venganza.

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