Todos es Nadie
No recuerdo quién me contó la anécdota que caracteriza la idea que de
espacio público tenemos en el país, pero me parece exacta, dice: a un inglés (o
francés o alemán, el chiste es que sea extranjero) le dices que esa plaza es
espacio público, entiende que es un lugar para todos, si a un mexicano le dices
lo mismo, inmediatamente buscará la oportunidad de poner un puesto de tacos,
con el pretexto de que ese lugar es de un todos que lo incluye, por tanto, debe
ejercer sobre esa propiedad.
Jordi Borja define en Ciudadanía y espacio público que El
espacio público es un concepto jurídico: un espacio sometido a una regulación
específica por parte de la Administración pública, propietaria o que posee la
facultad de dominio del suelo y que garantiza su accesibilidad a todos y fija
las condiciones de su utilización y de instalación de actividades. Más
importante todavía, indica que tiene una dimensión socio-cultural. Es un
lugar de relación y de identificación, de contacto entre las gentes, de
animación urbana, a veces de expresión comunitaria. La dinámica propia de la
ciudad y los comportamientos de sus gentes pueden crear espacios públicos que
jurídicamente no lo son, o que no estaban previstos como tales, abiertos o
cerrados, de paso o a los que hay que ir. Puede ser una fábrica o un depósito
abandonados o un espacio intersticial entre edificaciones. Lo son casi siempre
los accesos a estaciones y puntos intermodales de transporte y a veces reservas
de suelo para una obra pública o de protección ecológica. En todos estos casos
lo que defina la naturaleza del espacio público es el uso y no el estatuto
jurídico. Si es el uso lo que define, nada como el espacio público para
poner a prueba la voluntad de ser ciudadanos, es ahí donde se pueden (deben)
ejercer los derechos y obligaciones que otorga la ciudadanía.
Mi experiencia (y la anécdota) me indican que en cuanto a espacio
público, lo que entendemos es que Todos es Nadie, y que ante la existencia de
un lugar común, lo que generalmente se ejerce son lo que creemos nuestros
derechos (colocar un puesto de tacos) para sacar provecho de la propiedad
común, pero en cuanto se requiere cumplir obligaciones, solemos excluirnos del
plural. Nada como una discusión entre vecinos acerca de las obligaciones de
mantener un área común para dar al traste con cualquier intento de arreglo, se
pueden pasar horas o días argumentando inútilmente sobre la naturaleza de los
derechos de cada uno; lo mejor cuando se trata de obligaciones, ahí sí, siempre
Todos es Nadie.
La gente lo hace todo el tiempo
En uno de los capítulos de Seinfeld a George Costanza lo despiden
porque se acuesta con la afanadora. El jefe le pregunta directamente si es
cierto que tuvieron relaciones sexuales sobre el escritorio, descubierto
Costanza pregunta: ¿Estuvo mal? ¿No debería haberlo hecho eso? Debo confesar mi
ignorancia en este tipo de cosas, porque si alguien me hubiera dicho algo
acerca del asunto, si me hubieran señalado que estaba mal visto... Bueno, usted
sabe, es que he trabajado en muchas de oficinas, y toda la gente lo hace todo
el tiempo. George abandona la oficina ostentosamente, con cara de que nadie le
había dicho, esa es su justificación, la ignorancia, supone, lo exculpa.
Exactamente igual que la justificación del coordinador del Partido
Acción Nacional en el Senado, Jorge Luis Preciado, quien para corregir el mal
uso que dio a las instalaciones del Senado, indicó que nadie le había dicho que
estuviera mal que se organizara una fiesta, bebidas y mariachi incluidos, en
esas instalaciones.
¿Qué podría estar mal en organizar una fiestecita en un espacio
público?, todo mundo lo hace, ¿no?, debió pensar el senador panista.
El escandalito de la semana al que nos acostumbran nuestros legisladores
sólo pudo ir de mal en peor, pues desde el momento en que se difundió la
fiesta, el senador fue acumulando desatinos, para empezar rechazó que la comida
hubiera sido en honor de su esposa, luego embarró a su grupo de trabajo pues
afirmó que el festejo fue con motivo del Día de la Candelaria, pues como se
había sacado el mono en la Rosca de Reyes; por supuesto, aseguró sin comprobar,
que no se emplearon recursos del Senado en la pachanga. Para eliminar
agravantes, dijo que no fue él quien contrató a los mariachis, que la comida
sólo tuvo una duración de cuatro horas y afirmó que es algo común en el Senado,
pues esa terraza está a disposición del personal de esa Cámara, en una
entrevista subrayó como personaje de Seinfeld: “Esa terraza tiene esa
particularidad, la prestamos para cualquier comida. Se han hecho infinidad de
comidas, es de lo más normal”.
Darle vuelta a la página
“Ya ofrecí una disculpa al grupo parlamentario y al Senado de la
República” dijo el senador Preciado, ¿por qué?, porque la comida “se salió de
proporción”, cualquier cosa que eso signifique. Por supuesto, prometió que no
volvería a ocurrir y con eso, demandó que le dieran “vuelta a la página”.
Así salda sus asuntos el legislador panista, con un “usted disculpe” que
ni siquiera va dirigido a todos, sino que es selectivo, se dirige sólo a sus
compañeros de partido.
Una nota de Omar Brito del día de ayer, puntillosa, señalaba que la
fiesta ya “cobró sus primeras víctimas” e informaba que el senador Preciado
despidió a “su jefe de prensa Fernando Bretón, además de otros tres
trabajadores de la Junta de Coordinación Política”, la razón de destitución fue
que “no pudo manejar la crisis correctamente ni elaborar una estrategia
adecuada para contrarrestar la imagen que causó la celebración privada que
realizó el panista en las oficinas del Senado”.
Horas más tarde, en el mismo medio (Milenio) una nota de Jessica
Corona aclaraba que a Fernando Bretón no lo despidieron, sino que “sólo fue
removido al equipo de asesores de la Junta de Coordinación Política”. Uno puede
imaginar lo que debió pasar el jefe de prensa, pues además de la aclaración,
asumió la “responsabilidad mediática” que provocó la revelación de la
fiestecita en la terraza de la Junta de Coordinación Política; se castiga el
empleado del senador Preciado porque no le dijo que estaba mal, porque no fue
capaz de intuir (y aconsejar) nada sobre el mal uso de unas instalaciones que
son parte del espacio público.
El asunto, sí, parece algo menor, de hecho así lo considera el senador
Preciado por la urgencia con que le quiere dar vuelta a la página, pero ese
incidente sin importancia refleja la idea que nuestros representantes tienen de
su labor, del uso que deben dar a las instalaciones del Congreso y, sobre todo,
a lo que le dan importancia, no es el hecho de la fiesta lo que consideran
equívoco, sino que se hubiera difundido en los medios; no ofrecen una disculpa
por su ignorancia, sino por la mala imagen que la ciudadanía se pueda hacer de
ellos…
Mañana, usted o yo, podremos establecer un puesto de tacos en cualquier
instalación pública, sólo asegúrese de tener un empleado del cual pueda ofrecer
su cabeza mientras extiende una disculpa: cómo, ¿está prohibido, está mal?, es
que nadie me había dicho… Definitivamente algo está podrido.
Coda
Es triste que en un país la idea de fiesta incluya con tanta regularidad
la ocupación vandálica de los espacios comunes, el ruido intolerable, las
toneladas de basura, el maltrato a los animales, el desprecio agresivo por
quienes no participan en el jolgorio: mucho más triste es que la autoridad
democrática haya organizado y financiado esa barbarie, la haya vuelto
respetable, incluso haya alentado la intolerancia hacia cualquier actitud crítica.
Nadie venido de fuera tiene derecho a denostar lo que somos. Cualquier objeción
es una injuria contra la comunidad entera. Y quién se atreverá a disentir desde
dentro, a actuar como renegado o traidor y aceptar el ostracismo.
Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina
@aldan
Publicado en La Jornada Aguascalientes
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