Uno
de los tantos sondeos que se presentan en internet establece que Aguascalientes
se encuentra en el primer lugar dentro de las 15 ciudades para vivir mejor en
México; se presenta como un hecho algo que es una opinión, y para quien busca
fundamentos de ese sentir, se indica que el resultado se generó a través de un
estudio que se basa en una encuesta y el análisis de varios indicadores,
genéricamente se indica que se tomó en cuenta la calidad de vida, la satisfacción
con los servicios públicos y la opinión sobre el desempeño de sus gobernantes.
La
promoción de este primerísimo lugar por parte de la clase política local sirve
para justificar cualquier campaña, se obvia la necesidad de conocer la fuente
de esa opinión, cuál es el sustento de esos datos, cuál la metodología, quiénes
elaboraron el estudio… No importa, colocan a Aguascalientes en primer lugar,
así que eso permite despreciar el dato duro; mientras hablen bien de nosotros y
sirva para caracterizarnos como “gente buena”, qué más da, el meollo del asunto
es generar la percepción de que vamos bien.
¿Cómo
presumir que es el mejor lugar para vivir cuando la violencia física y sexual
que enfrentan las mujeres actual y anteriormente unidas por parte de su pareja
o esposo es predominantemente grave y muy grave (85.8%)? No hay día que no se
difunda un caso sobre agresiones físicas y sexuales sufridas por mujeres; el
más reciente, un grupo de cinco jóvenes que golpeó de forma salvaje a tres
muchachas, hoy dos de ellos ya libres tras pagar una fianza de 40 mil pesos
cada uno.
Un
caso más, dirán algunos. Esa violencia de todos los días, la agresión
constante, esa información es la que se obvia, que se minimiza cuando se
presumen que somos el paraíso y, con una mirada sesgada, se vocifera la buena
nueva de que el progreso ya llegó, y la alharaca intenta cubrir las
apariencias, no vayan a decir que, después de todo, no somos tan “buenos”.
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@jornadags
Publicado en La Jornada
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