Envoltorio de papaya La ilusión de poder
House of cards… spoiler
Si es fanático de la serie de Netflix, a estas alturas me resulta muy
difícil guardar el secreto de lo que ocurre entre Francis J. Underwood y Zoe
Barnes al inicio de la segunda temporada; además, si es seguidor, para esta
fecha ya vio ese capítulo; o igual salte hasta el siguiente subtítulo.
El personaje que interpreta Kevin Spacey asesina a la periodista que
caracteriza Kate Mara, se encuentran en una estación del metro, Underwood se
asegura que Barnes ha borrado todos los mensajes que los vinculan y, una vez
que ella le muestra que ha eliminado esas pruebas, la empuja hacia el paso del
tren. Muerto el perro, cree el político, se acabó la rabia.
Algunos seguidores de House of cards han manifestado su
contrariedad porque en esta segunda temporada pareciera que los guionistas se
rindieron y ya no tienen el mismo apego a la realidad que caracterizó la historia
en la primera serie. El asesinato de Zoe Barnes es una muestra de ese
desvincularse con la realidad. ¿A poco puede desaparecérsele al servicio
secreto Frank J. Underwood?, ¿de veras es tan hábil para escapar de la escena
del crimen sin ser grabado?, ¿no hubo nadie que lo detuviera?, ¿no llamó la
atención?, y otras tantas preguntas con las que se insiste en cuestionar a la
ficción. No sólo con el crimen de la periodista, a lo largo de la serie habrá
otros momentos en que la ruptura con la realidad demanda de la audiencia que
vuelva a la convención, la trama se rige por las reglas de la ficción.
A mí no me ha molestado en absoluto este desapego con la “verdad” porque
creo que aunque los personajes han perdido matices, House of cards,
mantiene su fidelidad a lo verosímil; con todo y la disminución de grises,
sobre todo en la pareja protagonista, los Underwood ahora son más cínicos,
malos a nivel diabólico, hay escenas que conceden demasiado al público y les
dejan huérfanos de cualquier virtud, las acciones y reacciones de Frank y
Claire tienen la intención de borrar toda empatía con esos seres llenos de
maldad. Y, por supuesto, al llevarlos a ese extremo, quienes los enfrentan
parece que encarnan el bien, son buenos buenos.
Síganme los buenos
Lucas Goodwin, editor del The Washington Herald en la serie, es
uno de los personajes que más pierde matices, es el periodista bueno bueno,
obsesionado con la verdad, la figura en la que muchos reporteros quisieran
reflejarse; buena parte de la trama secundaria de House of cards está
dedicada al empeño de este informador y su compromiso con la verdad.
Afortunadamente, hay un Tom Hammerschmidt (quien fuera el primer jefe de Zoe
Barnes) que con un gesto ejemplifica que la búsqueda de la “objetividad” pasa
por la revisión de los hechos y que este análisis no necesariamente se traduce
en lo que a unos le parece bueno.
Periodismo facción
La idea que algunos reporteros tienen de sí mismos es la imagen de Lucas
Goodwin, se les llena la boca nombrándose Periodistas (mayúsculas, but of
course) y creen firmemente que su opinión equivale a la verdad. Suelen
defender como principio que su tarea es la búsqueda de la objetividad y se
venden por el mundo como incorruptibles porque suelen estar en contra del sistema,
y su pluma está al servicio de las causas del pueblo bueno.
Yo no soy ni reportero ni periodista, yo soy lector, desde esa
perspectiva es que puedo decir que la mayoría de esos periodistas buenos sólo
venden (muy caro) la imagen que de sí mismos tienen a partir de compartir con
sus lectores la confusión de términos que ostentan como principios. De entrada,
distinguen su opinión de la del resto del mundo porque su visión es la Verdad
(de nuevo mayúsculas); suelen estar en el centro de la historia, no por respeto
al punto de vista, sino porque sólo ellos están autorizados a interpretar los
hechos, y siempre suelen hacerlo bien; colocan en la casilla de “bueno” todo
aquello que esté en contra del sistema y suelen usar palabras grandotas como
poderes fácticos, partidocracia, complot, conspiración… entre otras, para
justificar su análisis; para ellos, eso que llaman sistema es el reflejo de su
incapacidad de distinguir entre Estado, Gobierno y Administración Pública; el
pueblo, o la sociedad civil, siempre tiene la razón, es incapaz de identificar
qué significa eso de “pueblo”, pero le sirve como sinónimo de pobres, jodidos,
clase media pauperizada, contribuyentes…
Dos rasgos me parece que son los más relevantes. Su incorruptibilidad se
basa en que no acepta dinero del gobierno; al menos directamente y escupe en la
cara a quien se sienta a tomar un café con alguien de la clase gobernante. El
segundo es que cree que los medios son el quinto poder, lo que escribe, lo que
opina, lo que juzga (además de ser la Verdad) es una herramienta más para
derrocar al sistema malo.
Periodismo ficción
Un amigo y colaborador me cuenta una escena presenciada en un sitio
público. Un político y un reportero. Un suspirante a la gubernatura y un
periodista incorruptible. El aspirante llega a la mesa, apenas se acomoda y
dice: “¿soltaste la bomba?”, el representante de los medios asiente. Ambos
sonríen satisfechos.
Por la proximidad de la escena con la aparición de la “noticia” de que
el líder de los diputados panistas soborna a políticos de Aguascalientes para
bajar recursos de la Federación, no puedo más que especular y sentir un poco de
repugnancia. Si fuera periodista de facción, este texto tendría los nombres de
los personajes involucrados, podría citar al amigo que me contó la escena con
sus dos apellidos y señalar cómo se llaman y en qué equipo juegan el político y
el incorruptible; pero no sirve de nada, una “revelación” de ese tipo no haría
más que agrandar el rumor y los chismes que en torno a esa “noticia” hemos
hecho los medios en Aguascalientes, la pelota de caca de la semana que se
lanzan de un lado a otro los políticos.
Entrecomillo noticia porque quien haya leído el texto de la que partió
el chisme verá que no hay tal, si una nota informativa la define que narra los
hechos sin calificar, eso no lo fue. ¿Importa? Realmente no, líneas arriba
escribí que es la pelota de caca de la semana, ya vendrá la semana siguiente
algún otro rumor para que la clase política se suba al banquito y grite
histérica_.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en la escena del político y del
periodista. Ambos creen que se han salido con la suya; en el caso del político…
bueno, seguro la difusión del chisme servirá para sus propósitos, algo de qué
jactarse en el círculo íntimo, una de esa maniobras que se presumen en el war
room como momento de definición, la medallita que se cuelga en el pecho y
que dice: lo hice. Lo que no acabo de entender es qué ganó el periodista.
Lo que me queda claro es que como lector debo ser todavía más exigente
con lo que me sirven los medios, está en el público demandar que no se les
engañe, que no hablen en nombre del pueblo bueno, que no se confunda la demanda
de transparencia con el intercambio de insultos.
Hasta hace poco creía que la mayor parte de la responsabilidad en el
pobrísimo estado de los medios de comunicación era de los lectores, sigo
pensando lo mismo, el matiz está en qué es lo que debemos exigir cuando
hablamos de verdad, objetividad y noticias.
Coda
From the lion's den to the pack of wolves. When
you're fresh meat, kill, and throw something fresher
Francis Underwood, mientras se abre paso entre un grupo de reporteros
que lo asedia.
@aldan
Publicado en La Jornada Aguascalientes
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