¿culto o coolto?
Un artículo de Alejandra Folgarait en ADN:
¿Qué es ser culto hoy?
Los exámenes de cultura general suelen aterrar a los estudiantes que quieren ganar un viaje a Bariloche o una beca para una universidad. Y tienen razón. ¿Qué es hoy la cultura? ¿Puede hablarse todavía de una "persona culta", cuando Mario Pergolini hace un concurso en la televisión que juguetea con los héroes del imaginario social hasta seleccionar, sin ninguna pipeta, quién es el portador auténtico del ADN argentino?
Para el psicoanalista y escritor Germán García, lo que intentan Felipe Pigna y Pergolini con sus programas de historia es una operación posmoderna para mitificar el pasado, para meter en la cultura algo ejemplar, a través del soporte de la televisión. "No se trata de idealizar la cultura", afirma García. "Ser culto, hoy, es conocer qué del pasado se actualiza en nosotros bajo la forma de una memoria. En cambio, la ciencia es el arte del olvido, en el sentido de que está ligada a la tecnología, y el último celular deja en el olvido al anterior. El sueño positivista es unificar la cultura bajo la égida de la ciencia. Pero es en el interior de la ciencia donde este sueño se cae. El científico no es un sabio sino alguien que se ha alienado en un saber toda su vida. Y que no tiene que leer nada más que lo que compete a su ámbito."
Aunque la ciencia se arrogue el saber sobre el mundo, pocos premios Nobel de medicina, química o física se autocalificarían de "cultos". Encerrados en sus laboratorios, muchos apenas tienen contacto con lo que otrora se entendía por cultura. Son genios, sí, pero en su especialidad. Precisamente esa fragmentación de los saberes y de las técnicas hace que la figura de la persona "culta" se disuelva en el fango de la televisión cada vez más explícita y simple, al punto de que un programa desafía al público a saber más que un chico de quinto grado. Eso sí: hay que reconocer que la televisión no engaña a nadie; no promete cultura sino entretenimiento.
"A los científicos de las disciplinas naturales se nos critica el despreciar las ciencias sociales. Ese desprecio es una falencia. Hay que subrayar que la cultura solo se obtiene por transmisión social, que no está en los genes", reconoce Alberto Kornblihtt, profesor de Biología Molecular en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador superior del Conicet. "Pero, más allá del positivismo reduccionista, que no comparto, también hay que decir que la ciencia me dio la capacidad de saber lo que no sé, y eso también es un atributo de la cultura. No existe un humano que no sea culto. Hay científicos que solo leen literatura científica, es decir, papers , y saben mucho de eso, pero yo creo que eso no es bueno, porque restringe la capacidad de imaginar y crear libremente. Al mismo tiempo, hay que reconocer que todos somos cultos en algunas cosas y no en otras. A mí me gustan el cine, la literatura y la música clásica, pero soy un inculto en fútbol y mitos indígenas. En cuanto al arte, más allá de los gustos de cada uno, creo que tiene que producir una emoción. Tener apertura para las distintas formas de cultura es también ser culto", agrega Kornblihtt.
El filósofo alemán Peter Sloterdijk tiene fama de provocativo y definió la cultura de fines del siglo XX como producto de la razón cínica, de una mala conciencia iluminada que critica con hipocresía. "La cultura humanística, basada en el libro y en una educación monopolizada por el sacerdote y el maestro, ha perdido definitivamente su capacidad para moldear al hombre", sostuvo. Admirador de Musil y Heidegger, Sloterdijk define a los hombres como criaturas de civilización (o cultura). "Pero hay diferentes modos de civilización -aclaró en una entrevista realizada en 2004 por el diario español ABC - y por ello podemos hablar de ruptura de una época [ ]. La pedagogía que formaba al hombre con lo escrito y por la palabra de Dios se ha sustituido por otra en la que impera la voz del mercado y del dinero".
¿Para qué sirve la educación, entonces? La cultura general parece haber explotado en mil pedazos y muchos acusan a la escuela de haberse convertido en una cáscara vacía. Ni hablar de la Universidad, esa institución que alguna vez fue considerada el templo del saber y hoy parece condenada a la desidia de la masificación y la crisis económica.
Sandra Carli, doctora en Ciencias de la Educación e investigadora en el Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, recuerda que uno de los grandes rectores de la UBA, Risieri Frondizi (doctor en Filosofía, hermano del sociólogo Silvio y del presidente Arturo), decía entre 1957 y 1962 que los estudiantes universitarios provenían de distintos lugares y que había que darles una formación cultural para que tuvieran una base común. ¿Es eso el CBC actual? "No, Frondizi no pensaba en una universidad masificada sino democratizadora, con exigencias de rendimiento, espíritu crítico, becas, bibliotecas, que pudiera lograr una cultura totalizadora, una unidad cultural. Hoy, eso que él pensaba en todo caso es un esfuerzo para construir todos los días", dice Carli.
Kornblihtt insiste en mantener encendida la antorcha de la educación pública. "Hay que rescatar la función de la escuela en la transmisión generacional de los valores y saberes de la cultura. La geografía, la historia y otras cosas que aprendimos en la escuela primaria y secundaria deberían acompañarnos toda la vida, porque eso nos da una identidad. Por ejemplo, si yo no sé quién es Sarmiento, ni siquiera puedo criticarlo. Y si la escuela no transmite estos saberes, ¿quién?", se pregunta. Aunque todo conocimiento tiene valor, sostiene, eso no significa que cualquier saber tenga el mismo valor: "Estoy en contra del relativismo, de los que dicen que hay una construcción cultural de la realidad. La realidad está ahí afuera, existen los hechos objetivos y nosotros podemos interpretarlos con mayor o menor grado de error. Y aunque la ciencia no es totalmente objetiva, tiene cierta rigurosidad al probar sus afirmaciones, aunque sean provisorias".
Sandra Carli está de acuerdo en que no todos los saberes son iguales. "Hay que restaurar la calidad estética de los productos culturales, ya sean libros, pinturas, cine o lo que se quiera englobar dentro de la cultura." De todos modos, aclara, la cultura común es un ideal, más producto de políticas culturales y de la masificación de la cultura comercial que de lo que antes se entendía por cultura. No se trata ya de cuál cultura es más legítima, si la alta cultura o la popular. "Si hay algo que se puede afirmar -señala- es que la cultura hoy lo atraviesa todo a través de la explotación comercial. Lo que hay que preguntarse es qué nuevos productos culturales tienen hoy hegemonía." ¿Cuáles son entonces esos productos culturales dominantes? "No es fácil identificarlos -contesta Carli-. Internet es uno; otro es el tango, no solo desde la tradición sino desde el rescate de las letras que hoy hacen los jóvenes".
Fantasmas nostálgicos
Como todas las certezas, se terminó la idea de que ser culto consistía en haber leído muchos libros, hablar francés y en lo posible inglés ( british , obvio), pertenecer a la aristocracia autóctona, tener un abono en el Colón o en el Mozarteum y apreciar las pinturas colgadas en los museos de aquí, allá y todas partes. Ser culto, en pocas palabras, ya no tiene el valor social que solía tener.
En estos tiempos, ser "culto" no vale lo que pesa la palabra. La cultura ya no es patrimonio individual sino social. No está únicamente en manos de artistas y literatos, sino también en los creadores de la cumbia villera, en los que interpretan los números del Indec, en los que están al tanto de las tendencias en diseño de ropa o muebles, en los que buscan fósiles de dinosaurios de millones de años de antigüedad, en los que disfrutan "La noche de los Museos", en los nuevos cocineros que dibujan nimiedades sobre enormes platos. ¿La forma acaso le ganó al contenido? ¿Es más culto quien sabe reconocer un traje de Armani por la calle que quien leyó el Quijote ? Los antropólogos dirían que los libros no vuelven más culta a una persona, ya que cada comunidad tiene su cultura. Por su parte, el escritor español Vicente Verdú confesó que muchos amigos suyos, todos ellos intelectuales, se jactaban de no conocer las marcas. Y él creía que era un nuevo tipo de analfabeto, puesto que las marcas son señales culturales de la época.
La cultura es expresión de una sociedad humana e, incluso, de unas pocas especies animales, como los chimpancés. "Hay cultura animal y hay animalidad humana. Pero el lenguaje vuelve contingente, en lugar de determinada, a nuestra especie. Es esa contingencia la que da lugar a invenciones singulares como la pintura, la literatura o el arte en general", afirma Germán García, mientras recuerda que Platón estaba en contra de la escritura, ya que ésta borraba la memoria. Los fantasmas de la pérdida del valor cultural por el advenimiento de alguna tecnología novedosa han cabalgado apocalípticamente desde los griegos. Los libros, la televisión, Internet: todos tuvieron su momento de crítica cultural por ser banalizantes. Eppur, si muove .diría Galileo.
"La cultura se ha democratizado mucho, a partir de la radio a transistores y los medios de información que vinieron después. Hoy puede existir alguien que haya leído a Proust pero no esté al tanto de lo que pasa en el mundo. En este sentido, ser culto es estar informado. El auge de la información es el gran cambio en la cultura", reflexiona Marcos Mundstock, integrante de Les Luthiers. "Nosotros parodiamos de alguna forma la ceremonia solemne de escuchar música, pero somos melómanos y cultos, en cuanto a saber de música y al oficio de hacerla. Nadie se siente más culto por ir a ver a Les Luthiers, pero nuestro público agradece que le ofrezcamos un espectáculo un poco menos brutal en el decir y con un humor más refinado que el resto", dice Mundstock, quien, como al pasar y sin ironía, subraya que la cultura musical se puede adquirir también escuchando las tandas publicitarias: "La música con la que se vende una mayonesa puede estar muy bien compuesta y ejecutada por músicos de primer nivel, así que no hay que descartarla como transmisora de cultura".
Ya ni se plantea si alguien es culto, coinciden varios especialistas consultados por adn CULTURA. "Ser culto no sirve ni para barniz hoy. Ser doctor no es lo mismo que ser docto. Es cierto que todavía hay un poder de enunciación, pero hoy no es necesario haber pasado por la Academia para ser culto ni intelectual", reflexiona Margarita Martínez, licenciada en Comunicación Social. "Hoy un intelectual se dedica a cambiar conocimiento por dinero y no hay diferencias entre alta cultura y cultura popular, hay una circulación permanente. La cultura no es manejar discursos ni escribir bien. Es una curiosidad, un movimiento tan vital como el aire que se respira, un recorrido individual que ni siquiera implica saberes técnicos, incluyendo al libro dentro de estos saberes. Desde Heidegger en adelante, hay filósofos que afirman que el hombre ha perdido el saber acerca de cómo habitar el mundo, ya que no se transmite de generación en generación ese saber que permite la supervivencia. La cibernética y la biología buscan información cifrada en un código, que permitiría dar una respuesta a lo inexplicable." Sandra Carli coincide en que "la cultura es un viaje espiritual, una experiencia personal que implica tanto libertad como una capacidad rigurosa para pensar críticamente".
De culto a "coolto"
La palabra "culto" derivó misteriosamente en cool . Así, en ciertos grupos, es más culto quien reconoce una marca famosa y exclusiva o un hacker que conoce las profundidades de la nueva caja boba que quien se especializa en primeras ediciones de textos inhallables. Pero ¿es esta cultura, "la" cultura? ¿O existen simultáneamente varias culturas que reflejan con precisión de madrastra de Blancanieves la fragmentación de la sociedad argentina, el individualismo consumista, la liviandad del ser tras la licuación de las ideologías políticas que dominó el fin del siglo XX?
"En épocas de crisis en lo público y en la política, existe una avidez por lo íntimo, que es aprovechado por los medios de comunicación, que resaltan lo privado y lo hacen público", reflexiona la socióloga Ana Wortman, quien investiga los consumos culturales de la clase media en el Instituto Gino Germani de la UBA. "Hoy se redefinen los límites entre lo que se consideraba culto y lo popular. La globalización hace inabordable el saber total. Y donde hay desigualdad social, la cultura y los públicos quedan fragmentados. El estilo de vida actual, vertiginoso, hace juego con la cultura del entretenimiento momentáneo que propone la televisión. Prima la banalización de los temas y el ser culto ya no importa tanto."
Pero todavía se aprecia a una persona culta, ¿o no? "La legitimación cultural viene más por el acceso a la tecnología, especialmente la banda ancha para las clases medias, que por los libros, el cine, la pintura, la música. La tecnología, en todo caso, permite un acceso a la cultura universal. La pregunta que hay que hacerse hoy es cómo procesar toda la cantidad de información que circula, cómo tomar distancia para pensar y fomentar la imaginación", apunta Wortman.
Tampoco parece interesar mucho la acumulación del conocimiento. "Googlear" es suficiente para acceder a cualquier saber. Y la velocidad con que se consumen nuevos saberes, experiencias reales o virtuales, documentales o noticieros convierte en "culto" a quien domina sin ayuda los secretos de las computadoras, hiperlinks, subidas y bajadas de contenidos, pixeles, Youtoubes y coartadas para acceder a lo que está prohibido sin tener que pagar por ello. Por supuesto, Internet es un mar donde hay que saber pescar. Navegar sin saber lo que se busca suele conducir a naufragios. "Hoy, cuando se bajan 3.000 libros por día de Internet en todo el mundo, hay que reconocer que hay una readministración de la lectura, además de una transformación de la cultura en diversas culturas", señala Aníbal Ford, profesor en la Carrera de Comunicación Social de la UBA. Por otra parte, existen seres "cultos" y, sin embargo, analfabetos en cuestiones tecnológicas. Es el famoso gap del que hablan los que piensan en términos de cibercultura, como el gurú Nicholas Negroponte, del MIT, quien hace campaña actualmente por vender laptops muy baratas para escuelas y chicos de países subdesarrollados como forma de cerrar la tan mentada "brecha digital".
Hablar lenguas -esa expresión que fue calificada como síntoma de posesión demoníaca- es una de las pocas características que conservan hoy su alcurnia cultural. Cuantos más idiomas habla una persona, más "culta" parece. O, por lo menos, tiene más oportunidades en el mercado globalizado. Pero hay otra dimensión del habla, que es el "saber decir", expresar lo que se sabe.
Articular una comunicación con los otros también es cultura, dice Oscar Steinberg, semiólogo e investigador de la UBA. Los "decires" son tan culturalmente importantes como las comidas típicas de un lugar y los estilos de crianza de las diversas sociedades. "Antes había un repertorio de libros comunes y de enciclopedias que, junto con la escuela, otorgaban una buena formación básica, tal como se solía decir cuando yo era chico. No sé si alguien se atrevería a decirlo en este momento -explica Steinberg-. Es que, además de esos saberes, hoy ser culto implica una constante actualización y la utilización de ciertos medios para lograrlo." El entrenamiento en la comunicación para saber decir y demostrarlo es una de las gimnasias más practicadas en el mundo actual. "La capacidad de expresar lo que uno sabe o siente y de abrirse a la pluralidad de decires es un atributo de la persona culta." No es que haya habido sustitución del significado de la palabra "culto", afirma el semiólogo, sino que se ha complejizado. "Los componentes de lo culto no han variado en sí mismos sino en su forma de organización. Todavía la posesión de saberes humanísticos y científicos es considerada condición de ´culto . Solo que hoy esos saberes tienen que ser actualizados constantemente para demostrar que se es culto", concluye.
Los íconos de la cultura universal ya no cotizan tan alto en la bolsa de valores de la sociedad argentina. En todo caso, sorprende como la excepción a la regla que un modelo como Iván de Pineda sea "culto" (según un test del programa de televisión CQC ), o pueda actuar en una película que se plantea como artística.
Reconocer al instante una marca con prestigio, eso es parte de la cultura. Dominar los chismes del star system y las módicas celebrities locales, eso también es cultura. ¿De qué se habla hoy en las reuniones sociales, sino del hijo de Facundo Arana, las tropelías de Britney Spears o la ambigüedad sexual de Ricky Martin? ¿Para qué está la realeza británica sino para conjeturar sobre la muerte de la princesa Diana o los avatares del díscolo príncipe Harry, quien mata los pájaros que su abuela, la reina Elizabeth II, califica como patrimonio cultural?
En cambio, hay quien sostiene que la cultura ya no cabe en sus orígenes lingüísticos ligados al cultivo del árbol del conocimiento, sino que "culto" es un individuo -o más bien una comunidad- informada. Estar al tanto de lo que ocurre, vía televisión o cualquier otra herramienta viva, es la cultura. Saber pensar es otra cosa, claro.
Pero el concepto de "cultura general" continúa apareciendo en las escuelas tanto como en los requisitos de empleo, al menos en España, donde hay decenas de institutos dedicados a preparar a los empleados administrativos para pasar un test de cultura general si quieren ambicionar a subir de escalafón. Es cierto que no se trata de cultura de elite o vanguardista. Tampoco de la idea setentista de la "cultura popular y nacional". Es una combinación que incluye saberes, decires, experiencias, sensaciones, una mezcla que no diferencia cuerpo de mente, naturaleza de cultura.
"No detecté en los últimos años una preocupación por ser culto, no funciona como imperativo social", dice el escritor argentino Daniel Guebel, autor de varias novelas y obras de teatro. "El saber es un modo de articulación a un objeto. La información, en cambio, no deja huellas. Yo utilizo el saber así. Mientras escribo leo azarosamente y sin clasificación valorativa lo que me sirve para escribir. Cuando termino un libro, lo olvido. En el caso del teatro, la lengua habla sola. Mi idea de la cultura es la vía que el lenguaje encontró para permitir que sea posible hacer obras organizadas a partir de la barbarie. La literatura, en este sentido, es un modo altamente sofisticado para ingresar en barbaries secretas".
¿Civilización o barbarie? La pregunta que instaló Sarmiento concluye hoy en el elogio de la barbarie sofisticada, o en el "no sabe/no contesta". El escritor y psicoanalista Germán García, recientemente designado "Ciudadano Ilustre de Buenos Aires", recuerda sus orígenes laborales en la publicidad y aporta una anécdota final: "Cuando Sarmiento viajó a los Estados Unidos y volvió con la idea de alfabetizar a todos no fue para democratizar la cultura sino para que todos pudieran leer los carteles de publicidad que vio por las calles norteamericanas". Si no es un chiste, merecería serlo.
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