Hoochie Mama
Frank, el papá de George Constanza, no sabía de los efectos negativos de emplear el mantra Serenity now! (first serenity, then madness) y así le va; Kramer tampoco, hasta que en un ataque de furia destruye las computadoras que George había guardado en su departamento; ese fue el capítulo de Seinfeld que vimos ayer, quizá.
“Quizá” porque ahora todo sucede ayer, en ese inmenso territorio de fronteras movedizas en el que nada se puede cambiar.
En ese ayer cabe la mañana de diciembre en que Laura dijo Los vecinos sí salieron de vacaciones, hay que echarle un ojo a su casa y la madrugada en que escuchamos ruidos en la casa de junto, a pesar del volumen del televisor se oía claramente que algo estaba sucediendo, imprudentes salimos a la calle, suponemos que eso logró que el ladrón que intentaba romper la puerta huyera.
En ese ayer en que cabe diciembre, recogí del patio del vecino el pedazo de varilla con que el ladrón intentó forzar el marco de metal y lo guardé en casa, hasta el momento en que el vecino nos buscó para tratar de entender qué le había pasado a su puerta. Laura sí confía en los vecinos, yo no, por eso cuando tenemos que platicar con ellos siempre estoy un paso atrás de ella y desconocido de mí mismo me guardo cualquier comentario, no confió porque lo mismo que hicimos nosotros, algo tan sencillo como salir a verificar qué ocurría, lo pudieron haber hecho ellos cuando los ladrones entraron a nuestra casa, sin embargo, cuando el vecino nos contó que ya lo habían saqueado en cuatro ocasiones, no pude evitar el impulso de entregarle los detalles de cómo ocurrió todo, que era casi la una de la mañana, que se escuchaba como si arrastraran muebles, que salimos, que el ladrón se echó a correr y lo seguimos con la mirada hasta que se perdió allá a lo lejos, que los días siguientes estuvimos pendientes, que encontramos con qué quisieron abrir su casa... Le entregué el tramo de varilla, como una prueba irrefutable de lo que había pasado, como si eso confirmara la veracidad de mi relato. Cuando el vecino se fue la llevaba firmemente apretada en las manos, hoy todavía no sé definir la sensación que me produjo verlo irse así.
No hablo con lo vecinos porque me obliga a un lazo de confianza que no quiero estrechar, porque entonces los tengo que saludar cuando nos encontramos, porque sé que tarde o temprano me van acorralar con una conversación que no quiero tener, como la que inicia con un Tenemos que organizarnos porque ya han asaltado más casas y me entero de cosas que no me quiero enterar, como quién vive a cuatro puertas, en qué trabaja el de enfrente, que los de más allá sí están todo el día, que si a mí se me hace que Fulanita es cómplice de los asaltantes, que si los albañiles en casa de Zutanito son los sospechosos, que cruzando la avenida está un barrio bravo y de ahí segurito que son los ladrones, que nos han dicho que marcan las casas que pueden robar, que hay un muchachito que siempre pasa muy tarde a preguntar si tira la basura y seguro ese es el que nos vigila… Pero el vecino, el vecino está convencido que nos debe agradecer el que hayamos salido esa noche.
Nosotros creemos que somos unos imbéciles (bueno, eso lo creo yo de mí, Laura cree que nomás somos imprudentes) porque salimos en la madrugada como si fuéramos inmortales (en pijama pero invencibles) y el que no nos haya ocurrido nada es una muestra de que Dios existe (eso lo cree Laura, yo nomás me quedo callado), y lo volveríamos a hacer, pero por si ocurriera de nuevo deberíamos comprar un bat, algo, lo que sea… Y yo pensé que algo bueno había salido de esa madrugada, iba a lograr que me compraran un bat de béisbol marca Easton.
Ayer que fue hace unos días, tras la conversación con el vecino acerca de la precisión de los ladrones, del conocimiento de nuestros horarios, que nos tienen vigilados, le comenté a Laura que lo único que faltaba es que el ladrón se vengara, después de todo le cebamos su planeadísimo asalto. Yo debería aprender a quedarme callado, pero la tentación de estrenar un bat me vuelve imprudente.
Ayer llegamos a casa para descubrir que, otra vez, nos habían asaltado, esta vez lo hicieron con saña, a pesar de las protecciones entraron por el patio de atrás, rompieron el cristal y rompieron la cerradura. Rápido el recuento, las preguntas: abrieron desordenadamente los cajones, ¿dónde está Homero?, no entraron aquí, no se llevaron esto, tampoco aquello, se robaron el dvd, ¿qué falta en tu cuarto?, ¿qué falta en tu estudio?, ¿traes tu cámara?, ¿qué más se llevaron?, esto no lo vieron, creo que nada más se llevaron el dvd, ¿dónde está el gato?
Pensar en la mediocridad de los asaltantes no me consuela, pero uso ese pensamiento como si lo hiciera. La primera vez que nos robaron, se fueron con la cámara de Laura, algunas joyas, dos chamarras de piel y un par de tenis. Carajo, qué jodidos, un par de tenis viejos y sucios, ojalá tuviera hongos para que se les contagien. Y ahora el dvd, en el primer recuento sólo el dvd.
¿Fue un robo?, sí, pero más una venganza, así entiendo el mojón en el patio de atrás, para eso lo dejaron ahí, para que aprendiéramos.
Después la conversación con los vecinos que no oyeron porque no estaban, la llamada a la policía, el agente municipal que sabe que no puede hacer nada y platica con nosotros que sabemos que ya no se puede hacer nada, las explicaciones, Laura que es como Grissom de CSI y le explica que se escaparon por el frente de la casa porque encontramos la planta del jardín toda pisoteada, contar sobre el pedazo de excremento, Entonces si fue venganza, me dice el policía, si usted lo pudiera reconocer nos ayudaría mucho, ¿cómo era el que quiso entrar con su vecino?
No me río, pero ganas no me faltan: ¿cómo era?, medía como uno sesenta y cinco, tenía tenis blancos, pantalón de mezclilla, camisa de manga larga con franjas azules, el pelo castaño muy corto y estaba orejón, corría muy rápido y si lo viera de espaldas lo reconocería de inmediato, sólo que en esa descripción cabe un montón de gente, Pues sí, me dice, después se disculpa, nos explica que son muy pocos policías, que el monto del robo debe de ser de 15 mil pesos para que los puedan llevar a la cárcel, etcétera
Luego a buscar al gato. Sí, se llevaron el dvd, pero ¿y el gato?, el coraje, la furia, la impotencia, ¿y si lo lastimaron?
En el capítulo que vimos ayer, la novia de Seinfeld le dice que nunca lo ha visto realmente enojado, tras presionarlo, consigue que Jerry enfurezca, pero al encontrarse con la ira, el resto de las emociones se desatan, en algún momento se pregunta ¿Qué es este líquido salado que me sale de los ojos? Yo tampoco soy muy bueno con eso de liberar las emociones, quizá si hubiéramos tardado un poco más en encontrar el lugar en que se escondió el gato me hubiera preguntado lo mismo que Seinfeld.
¿Qué sigue después de que entran a tu casa, abren tus cajones, se llevan tus cosas, se cagan en el patio? Nada, o todo, buscar cierto orden, subirse al tren de la rutina con una lista de pendientes que otorgan cierta seguridad sobre el mañana: llamar al herrero, cambiar el cristal, acariciar al gato, abrazar al otro, abrazarse, ir a dormir.
Ayer, todo esto está ocurriendo ayer, antes de ir a dormir, el último descubrimiento: también se llevaron el duplicado de las llaves del auto. Puta madre, entonces, hasta ese momento, puta madre, cómo si ayudara en algo, como si evitara la fuga del sueño. Así que a subir el auto a la entrada para tenerlo más cerca, sacar los papeles de la guantera, prender una luz, abrir una ventana para escuchar mejor, guardar el estéreo… y el sueño que ya se fue, que no ha de volver.
En el final del episodio de Seinfeld, Frank se da cuenta que gritar Serenity now! no funciona y, en un acto desesperado, cambia el mantra por Hoochie Mama.
Dentro de poco va a amanecer, este ahora se desliza hacia el lugar al que pertenece: ayer, ya no llegó el sueño, seguimos inquietos, Laura despierta a cada momento, ¿sirve de algo que me asome a la ventana para verificar que el auto sigue ahí?, no lo sé, no lo creo; ¿sirve de algo estar despierto?, tampoco; ¿para que estoy escribiendo todo esto?, quizá es mi forma de decir Hoochie Mama.
Hoochie Mama, pues.
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