20 abril 2008

Eucalipto

Silenciosas, sin aviso o anuncios estremecedores, se murieron las plantas del jardín, a pesar del esfuerzo, de la constancia con que simulaba la lluvia, un día encontró sólo cadáveres lánguidos y amarillentos de lo que alguna vez fue su orgullo, en medio de la alfombra de pétalos y hojas marchitas sólo quedó de pie el árbol de eucalipto.

Recordó que él había plantado el eucalipto en ese tiempo que la felicidad se extendía sin nubes y que, mientras preparaba la tierra para recibir el arbusto, le dijo “por si un día ya no me quieres aquí”, pero no entendió el comentario.

Hacía tanto tiempo ya, mucho antes de la fractura dolorosa, previo de las muchas veces en que él pedía perdón, en que le gritaba que no debía terminar así. Después de demasiadas discusiones, cuando al fin aceptó irse, lo último que hizo fue asomarse al jardín.

Del eucalipto, le llamó la atención el empecinamiento más que la fortaleza de las raíces, cómo brotaban del césped, los brazos retorcidos asomándose en la superficie que permitían adivinar la red subterránea que devoraba todo a su paso; así se lo dijo el jardinero, le explicó que es un depredador, que no deja espacio para nadie más y, al final, termina por asfixiar con sus raíces todo lo que le rodea.

Recordó entonces la mueca a media asta con que él se empeñó en plantarlo al centro del jardín, la misma con que se fue, con la que aparece cuando lo sueña como un árbol que insiste en regalar su sombra.

1 comentario:

Carlos V Sánchez dijo...

Edilberto:

Me diste mal tu telefonoooooooo me contesta un arquitecto Fernandez, a menos que hayas sido tu de payaso fingiendo la voz para evadirme, ya no tengo forma de contactarme contigo para lo de mañana.

Bueno llamame!!!
o que? no tienes mi telefono?
4491183409

...

Carlos V

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