05 marzo 2012

Amnesia selectiva


Perdón por intolerarlos
Amnesia selectiva

En mal momento cae el aniversario 83 del Partido Revolucionario Institucional, los lineamientos del Instituto Federal Electoral para el periodo de intercampañas, de febrero 16 a marzo 29, prohíbe a los partidos, básicamente, exponer sus plataformas electorales, acceder a los tiempos del Estado en radio y televisión, así como celebrar debates (http://tiny.cc/65uf6), así, para no ser sancionados se estableció que el festejo fuera una discreta muestra de músculo y no exponer a su candidato, por lo que el orador designado fue el dirigente nacional Pedro Joaquín Coldwell, quien no se amedrentó ante las prohibiciones e igual aprovechó para atacar a Felipe Calderón, a los partidos Acción Nacional y el de la Revolución Democrática.

El dirigente aseguró que “la derecha promueve más de lo mismo y la izquierda pasa súbitamente del radicalismo delirante a la república amorosa”, mientras que los priístas son quienes están del lado de la calidad de vida, del humanismo, los que tienen experiencia y son la mejor oferta, porque “empujan el carro del progreso” (habría que recordarle que no es necesario empujar, pues si con carro se refiere a un carruaje, los animales se colocan enfrente y jalan el vehículo; mientras que si se refería a un automóvil, nada más sencillo que sentarse al volante y conducir, pero así son los priístas, en busca de imágenes pegadoras rinden el sentido al humor involuntario).

Los asistentes al auditorio Plutarco Elías Calles interrumpieron varias veces (al menos cinco) con sus entusiastas aplausos la diatriba de Pedro Joaquín contra “la incapacidad de los panistas para gobernar” y la promesa de que su campaña, con Enrique Peña Nieto, marcará “una nueva política”. Por supuesto, hizo referencia a la inseguridad del país, es un discurso ganador, que jala adeptos, con esa tónica, la de la memoria de corto plazo, hizo un recuento de los últimos doce años en que los priístas no han estado en la presidencia. De hecho, en uno de los videos que se transmitieron como parte de la ceremonia (además de la peripuesta imagen de una niña que canta las mañanitas mientras decora un pastel con el emblema del PRI; infalible, un infante siempre conmueve a los cursis) se hizo referencia a que este “nuevo PRI” retoma el legado de Adolfo López Mateos y Lázaro Cárdenas (ninguna referencia López Portillo o Salinas de Gortari) y, por supuesto, otra carta ganadora, es heredero de los “ideales” de Luis Donaldo Colosio.

El eje central del discurso del dirigente priísta fue la falta de imaginación política, señaló que el problema de los gobiernos actuales es que han “empobrecido la política”, demostrando una capacidad extraordinaria para no morderse la lengua Pedro Joaquín arengó a sus clan con ese argumento.
Un repaso somero de lo que ocurrió y se dijo en esta ceremonia de celebración, deja claro que el PRI ha elegido la amnesia selectiva como método para atraerse los votos. Todo lo malo que ocurre en el país es producto de los gobiernos que no son tricolores, todas las desgracias tienen su origen en los últimos doce años, mientras que los beneficios o las instituciones y procedimientos aliados de la democracia, fueron resultado de su estancia en el poder. De un plumazo se borra la corrupción y el delirio de una clase política que durante decenas de años hizo del país su negocio familiar.

Lo que queda claro también, es que el PRI, aunque sus siglas lo digan, no es un partido, no sabe serlo, es una maquinaria electoral endemoniadamente eficaz, es capaz de crearse una imagen nueva cada vez que le resulta necesario gracias a la impunidad. Camaleónica y astuta, la estructura que tiene a lo largo de todo el país, gana adeptos repartiendo culpa, cuando en estricto sentido, el PRI no ha perdido el poder en ningún lado, su forma de gobernar ha sido tan eficaz que es difícil escapar a la herencia, todos tenemos un pequeño priísta interno, es esa voz que promueve extender la mano para pedir limosna, la de los acarreados, la del nulo respeto al voto, la que encuentra el camino más corto para no responder a la ley, la que se salta un lugar en la fila o acude a un coyote, la de la trampa.

No es un partido el PRI, es una asociación de intereses, una mafia, un conjunto de empresarios que se unen para garantizar el desarrollo de transacciones legales e ilegales, como muestra están los candidatos del “nuevo PRI”, los mismos de siempre o los hijos de los mismos de siempre, quienes no tienen que demostrar absolutamente nada al electorado, simple y sencillamente son elegidos por el grupo para que sigan las reglas que sirven para continuar con el negocio. Búsquese cualquier definición de lo que un partido es y el PRI no encaja en ella. Cotéjese el comportamiento del PRI con el de cualquier asociación delictuosa y verá lo aterrador de las similitudes.

A este punto, no puede dejar de citar un fragmento de ¿Qué es la democracia?, de Giovanni Sartori, en donde refiere los peligros que corre la democracia ante el ideal de perfeccionismo:
“Las democracias, en su gris actuar cotidiano, con frecuencia merecen poco crédito. Pero lamentarse de su actuación cotidiana es una cosa y desacreditarlas por principio, otra. Hay un descrédito merecido Y otro inmerecido: el que deriva de un perfeccionismo que sin tregua aumenta mucho la apuesta. La ingratitud que parece caracterizar al hombre contemporáneo es la desilusión que acompaña con frecuencia a los experimentos democráticos. El verdadero peligro que amenaza a una democracia, que oficialmente no tiene enemigos, está en reclamar una democracia perfecta, lo que puede debilitar y derribar la que realmente existe”.

Cito porque mientras escribo estas líneas, leo un tuit del emocionado Carlos Lozano, gobernador de Aguascalientes, quien antes de tomarse la foto grupal de todos con Peña Nieto, escribía frases cursis relacionadas con el aniversario priísta (“Porque los niños deben conservar sus sonrisas”, por ejemplo), en uno de esos tuits, el emperador desnudo denostaba a los críticos del PRI porque sus ataques son absurdos, por un momento me sentí aludido, pensé si no estaba cayendo en la diatriba por la diatriba, en una exigencia de perfección, enseguida recordé que hace poco, en su muro de Facebook, Enrique Alfaro, candidato a gobernador de Jalisco, escribió: “Los partidos políticos no son buenos ni malos. Ningún partido político permite robarse el dinero del pueblo ni ser controlado por la lógica del poder, y muchos lo hacen. La voluntad política y los principios de cada persona es lo que hace la diferencia”. Tiene razón, imposible no estar de acuerdo, encuentro sentido a estas líneas, porque el PRI no es un partido y antes su discurso amnésico habría que recordar todos los días que ahí está la salida, en la voluntad política individual que sí puede lograr un cambio.


Publicado en La Jornada Aguascalients (05/03)

1 comentario:

ra+ dijo...

Alfaro es un ching*n! Lástima que algunos todavía siguen encandilados por el brillo de los copetes bien peinados y no alcanzan a ver que hay un candidato con verdaderas propuestas y hechos que las respaldan.

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