Perdón por intolerarlos
Amnesia selectiva
En mal momento cae el aniversario 83 del Partido
Revolucionario Institucional, los lineamientos del Instituto Federal Electoral
para el periodo de intercampañas, de febrero 16 a marzo 29, prohíbe a los
partidos, básicamente, exponer sus plataformas electorales, acceder a los
tiempos del Estado en radio y televisión, así como celebrar debates (http://tiny.cc/65uf6), así, para no ser
sancionados se estableció que el festejo fuera una discreta muestra de músculo
y no exponer a su candidato, por lo que el orador designado fue el dirigente
nacional Pedro Joaquín Coldwell, quien no se amedrentó ante las prohibiciones e
igual aprovechó para atacar a Felipe Calderón, a los partidos Acción Nacional y
el de la Revolución Democrática.
El dirigente aseguró que “la derecha promueve más de lo
mismo y la izquierda pasa súbitamente del radicalismo delirante a la república
amorosa”, mientras que los priístas son quienes están del lado de la calidad de
vida, del humanismo, los que tienen experiencia y son la mejor oferta, porque “empujan
el carro del progreso” (habría que recordarle que no es necesario empujar, pues
si con carro se refiere a un carruaje, los animales se
colocan enfrente y jalan el vehículo; mientras que si se refería a un
automóvil, nada más sencillo que sentarse al volante y conducir, pero así son
los priístas, en busca de imágenes pegadoras rinden el sentido al humor
involuntario).
Los asistentes al auditorio
Plutarco Elías Calles interrumpieron varias veces (al menos cinco) con sus
entusiastas aplausos la diatriba de Pedro Joaquín contra “la incapacidad de los
panistas para gobernar” y la promesa de que su campaña, con Enrique Peña Nieto,
marcará “una nueva política”. Por supuesto, hizo referencia a la inseguridad
del país, es un discurso ganador, que jala adeptos, con esa tónica, la de la
memoria de corto plazo, hizo un recuento de los últimos doce años en que los
priístas no han estado en la presidencia. De hecho, en uno de los videos que se
transmitieron como parte de la ceremonia (además de la peripuesta imagen de una
niña que canta las mañanitas mientras decora un pastel con el emblema del PRI;
infalible, un infante siempre conmueve a los cursis) se hizo referencia a que
este “nuevo PRI” retoma el legado de Adolfo López Mateos y Lázaro Cárdenas
(ninguna referencia López Portillo o Salinas de Gortari) y, por supuesto, otra
carta ganadora, es heredero de los “ideales” de Luis Donaldo Colosio.
El eje central del discurso del dirigente priísta fue la falta
de imaginación política, señaló que el problema de los gobiernos actuales es
que han “empobrecido la política”, demostrando una capacidad extraordinaria
para no morderse la lengua Pedro Joaquín arengó a sus clan con ese argumento.
Un repaso somero de lo que ocurrió y se dijo en esta
ceremonia de celebración, deja claro que el PRI ha elegido la amnesia selectiva
como método para atraerse los votos. Todo lo malo que ocurre en el país es
producto de los gobiernos que no son tricolores, todas las desgracias tienen su
origen en los últimos doce años, mientras que los beneficios o las
instituciones y procedimientos aliados de la democracia, fueron resultado de su
estancia en el poder. De un plumazo se borra la corrupción y el delirio de una
clase política que durante decenas de años hizo del país su negocio familiar.
Lo que queda claro también, es que el PRI, aunque sus siglas
lo digan, no es un partido, no sabe serlo, es una maquinaria electoral
endemoniadamente eficaz, es capaz de crearse una imagen nueva cada vez que le
resulta necesario gracias a la impunidad. Camaleónica y astuta, la estructura
que tiene a lo largo de todo el país, gana adeptos repartiendo culpa, cuando en
estricto sentido, el PRI no ha perdido el poder en ningún lado, su forma de
gobernar ha sido tan eficaz que es difícil escapar a la herencia, todos tenemos
un pequeño priísta interno, es esa voz que promueve extender la mano para pedir
limosna, la de los acarreados, la del nulo respeto al voto, la que encuentra el
camino más corto para no responder a la ley, la que se salta un lugar en la
fila o acude a un coyote, la de la trampa.
No es un partido el PRI, es una asociación de intereses, una
mafia, un conjunto de empresarios que se unen para garantizar el desarrollo de
transacciones legales e ilegales, como muestra están los candidatos del “nuevo
PRI”, los mismos de siempre o los hijos de los mismos de siempre, quienes no
tienen que demostrar absolutamente nada al electorado, simple y sencillamente
son elegidos por el grupo para que sigan las reglas que sirven para continuar
con el negocio. Búsquese cualquier definición de lo que un partido es y el PRI
no encaja en ella. Cotéjese el comportamiento del PRI con el de cualquier
asociación delictuosa y verá lo aterrador de las similitudes.
A este punto, no puede dejar de citar un fragmento de ¿Qué es la democracia?, de Giovanni
Sartori, en donde refiere los peligros que corre la democracia ante el ideal de
perfeccionismo:
“Las democracias, en su gris actuar cotidiano, con
frecuencia merecen poco crédito. Pero lamentarse de su actuación cotidiana es
una cosa y desacreditarlas por principio, otra. Hay un descrédito merecido Y
otro inmerecido: el que deriva de un perfeccionismo que sin tregua aumenta
mucho la apuesta. La ingratitud que parece caracterizar al hombre contemporáneo
es la desilusión que acompaña con frecuencia a los experimentos democráticos. El
verdadero peligro que amenaza a una democracia, que oficialmente no tiene
enemigos, está en reclamar una democracia perfecta, lo que puede debilitar y
derribar la que realmente existe”.
Cito porque mientras escribo estas líneas, leo un tuit del emocionado Carlos Lozano, gobernador
de Aguascalientes, quien antes de tomarse la foto grupal de todos con Peña
Nieto, escribía frases cursis relacionadas con el aniversario priísta (“Porque
los niños deben conservar sus sonrisas”, por ejemplo), en uno de esos tuits, el emperador desnudo denostaba a
los críticos del PRI porque sus ataques son absurdos, por un momento me sentí
aludido, pensé si no estaba cayendo en la diatriba por la diatriba, en una
exigencia de perfección, enseguida recordé que hace poco, en su muro de
Facebook, Enrique Alfaro, candidato a gobernador de Jalisco, escribió: “Los
partidos políticos no son buenos ni malos. Ningún partido político permite
robarse el dinero del pueblo ni ser controlado por la lógica del poder, y
muchos lo hacen. La voluntad política y los principios de cada persona es lo
que hace la diferencia”. Tiene razón, imposible no estar de acuerdo, encuentro
sentido a estas líneas, porque el PRI no es un partido y antes su discurso
amnésico habría que recordar todos los días que ahí está la salida, en la
voluntad política individual que sí puede lograr un cambio.
Publicado en La Jornada Aguascalients (05/03)
1 comentario:
Alfaro es un ching*n! Lástima que algunos todavía siguen encandilados por el brillo de los copetes bien peinados y no alcanzan a ver que hay un candidato con verdaderas propuestas y hechos que las respaldan.
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