13 enero 2014

Powerpointless


Envoltorio de papaya Powerpointless

Hay gente que cree que todo lo que se hace con cara seria es razonable
Cada vez es más difícil recordar los tiempos en que para establecer un punto, realizar la presentación de un proyecto, compartir una idea, no era necesario disponer de un respaldo visual, pero sí, hubo vida antes de Power Point o Prezi o la herramienta que se quiera; hubo vida y discurso antes de someter cualquier idea a la obligación “empoderar” las historias con una presentación, aunque así lo nieguen los millones que son incapaces de argumentar si no tienen enchufado un proyector. Es una moda que llegó para quedarse.
Se supone que contar con un apoyo visual permitía al orador recordar el orden en que deseaba presentar sus ideas, después se fue deformando y ahora, con el desarrollo tecnológico, es mucho más que una guía, se ha vuelto el centro, ante el miedo de fallar ante el público (ya no basta imaginar desnuda a la audiencia) quien tiene que informar se rinde al video, ¿para qué arriesgarse al equívoco?, mejor grabar, lanzar una larga tanda de saludos y agradecimientos como preámbulo y, enseguida, el video, ¿qué puede fallar?, musiquita de fondo seleccionada especialmente para provocar una emoción, ráfagas de imágenes para hacer énfasis… voilà!

En verdad hay muchos hombres que leen sólo para no pensar
Así como se ha vuelto una obligación ese apoyo visual, sobre todo entre los políticos un deber montarse en hombros de gigantes para decir algo. Si alguna vez (sobre todo los estadounidenses) se estableció que la mejor manera de comenzar un discurso era contando una anécdota graciosa para generar empatía con la audiencia, el epígrafe es lo de hoy, es la regla del discurso para las masas: nada como comenzar con una cita de un gran personaje, para echarse a la bolsa al público.
Se ha banalizado el arte del epígrafe, de lo que se trata es de citar, ya no importa la afinidad ideológica, la pertinencia predicativa, el chiste es que se oiga bonito, que pegue la frase. En la red se multiplican las páginas con frases, dichos y refranes, listos para que el redactor de discursos encuentre el adecuado para lo que el jefe quiera decir; ¿le suena?, nomás recorra la cantidad de ocasiones en que se usaron unos versos de La Suave Patria en las argumentaciones contra o a favor de la Reforma Energética, con tal de cortarle a la epopeya un gajo, muchos juraron con López Velarde que “los veneros del petróleo” estaban escriturados por el diablo, ¿qué no saben qué significa veneros?, qué más da, ¿qué el verso previo habla del niño Dios?, pues nomás no se pone, el chiste es que tenga punch.

Muchos hombres (tal vez la mayoría) sólo encuentran algo si antes saben que está ahí
Y es que han dejado de importar las ideas, lo que se busca es el impacto; por eso se es tan permisivo a la hora de adjudicar las citas, en la mayoría de los sitios donde se pueden encontrar esas frases y dichos no se hace referencia a la fuente de la frase, sólo se coloca el supuesto autor; así se responde a la necesidad de apoyarse en una gran figura.
Esos sitios de citas citables están pensados para facilitar la tarea del redactor de discursos, ¿de qué va hablar el jefe y quien quiere que lo diga?
Por supuesto, hay frases que ya no se pueden usar, no por lo que dicen, sino porque ya están agotadas, ni el blood, toil, tears and sweat de Churchill, tampoco La historia es nuestra y la hacen los pueblos de Allende, menos el ask not what your country can do for you, ask what you can do for your country de Kennedy, si acaso la guevariana esperanza de un mundo mejor o machacar con el I have a dream de Martin Luther King… al fin que nuestra corta memoria se encargará de olvidar la fuente y caracterizar a Colosio como un gran orador porque dijo que él también tenía un sueño y veía un México con hambre y…
La receta ideal es buscar un santón del buenpedismo como Nelson Mandela o Gandhi, qué no importa que hayan realizado, lo importante es que no estorben a la magnificencia de su frase, total, ¿quién se va a poner a verificar que realmente hayan dicho lo que dicen que dijeron?, además, lo dice Internet, así que debe ser cierto.
En el afán de apantallar, de dar lustre a un discurso que no dice nada, montones se cobijan en esas frases, oradores que se fijan más en la transición de sus láminas o la musicalización de su video y menos en lo que están diciendo.
¿Importa? Supongo que no, las palabras son de todos, pero no deja de ser una señal a tomar en cuenta cuando esas palabras se emplean para presumir un conocimiento que no se tiene o para esconder que a la hora de la rendición de cuentas no se tiene más que un puño de frases célebres.

Coda
Los periodistas han construidos una capillita de madera que llaman el Templo de la Fama donde todo el día clavan y desclavan retratos, con tal escándalo que nadie escucha sus propias palabras.
La Coda y los subtítulos fueron tomados de los Aforismos deGeorg Christoph Lichtenberg.
@aldan

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