Envoltorio
de papaya Powerpointless
Hay
gente que cree que todo lo que se hace con cara seria es razonable
Cada
vez es más difícil recordar los tiempos en que para establecer un punto,
realizar la presentación de un proyecto, compartir una idea, no era necesario
disponer de un respaldo visual, pero sí, hubo vida antes de Power Point o Prezi
o la herramienta que se quiera; hubo vida y discurso antes de someter cualquier
idea a la obligación “empoderar” las historias con una presentación, aunque así
lo nieguen los millones que son incapaces de argumentar si no tienen enchufado
un proyector. Es una moda que llegó para quedarse.
Se
supone que contar con un apoyo visual permitía al orador recordar el orden en
que deseaba presentar sus ideas, después se fue deformando y ahora, con el
desarrollo tecnológico, es mucho más que una guía, se ha vuelto el centro, ante
el miedo de fallar ante el público (ya no basta imaginar desnuda a la
audiencia) quien tiene que informar se rinde al video, ¿para qué arriesgarse al
equívoco?, mejor grabar, lanzar una larga tanda de saludos y agradecimientos
como preámbulo y, enseguida, el video, ¿qué puede fallar?, musiquita de fondo
seleccionada especialmente para provocar una emoción, ráfagas de imágenes para
hacer énfasis… voilà!
En
verdad hay muchos hombres que leen sólo para no pensar
Así
como se ha vuelto una obligación ese apoyo visual, sobre todo entre los
políticos un deber montarse en hombros de gigantes para decir algo. Si alguna
vez (sobre todo los estadounidenses) se estableció que la mejor manera de
comenzar un discurso era contando una anécdota graciosa para generar empatía
con la audiencia, el epígrafe es lo de hoy, es la regla del discurso para las
masas: nada como comenzar con una cita de un gran personaje, para echarse a la
bolsa al público.
Se
ha banalizado el arte del epígrafe, de lo que se trata es de citar, ya no
importa la afinidad ideológica, la pertinencia predicativa, el chiste es que se
oiga bonito, que pegue la frase. En la red se multiplican las páginas con
frases, dichos y refranes, listos para que el redactor de discursos encuentre
el adecuado para lo que el jefe quiera decir; ¿le suena?, nomás recorra la
cantidad de ocasiones en que se usaron unos versos de La Suave Patria en las argumentaciones contra o a favor de la
Reforma Energética, con tal de cortarle a la epopeya un gajo, muchos juraron
con López Velarde que “los veneros del petróleo” estaban escriturados por el
diablo, ¿qué no saben qué significa veneros?, qué más da, ¿qué el verso previo
habla del niño Dios?, pues nomás no se pone, el chiste es que tenga punch.
Muchos
hombres (tal vez la mayoría) sólo encuentran algo si antes saben que está ahí
Y
es que han dejado de importar las ideas, lo que se busca es el impacto; por eso
se es tan permisivo a la hora de adjudicar las citas, en la mayoría de los
sitios donde se pueden encontrar esas frases y dichos no se hace referencia a
la fuente de la frase, sólo se coloca el supuesto autor; así se responde a la
necesidad de apoyarse en una gran figura.
Esos
sitios de citas citables están pensados para facilitar la tarea del redactor de
discursos, ¿de qué va hablar el jefe y quien quiere que lo diga?
Por
supuesto, hay frases que ya no se pueden usar, no por lo que dicen, sino porque
ya están agotadas, ni el blood, toil,
tears and sweat de Churchill, tampoco La
historia es nuestra y la hacen los pueblos de Allende, menos el ask not what your country can do for you,
ask what you can do for your country de Kennedy, si acaso la guevariana esperanza de un mundo mejor o machacar
con el I have a dream de Martin
Luther King… al fin que nuestra corta memoria se encargará de olvidar la fuente
y caracterizar a Colosio como un gran orador porque dijo que él también tenía
un sueño y veía un México con hambre y…
La
receta ideal es buscar un santón del buenpedismo como Nelson Mandela o Gandhi,
qué no importa que hayan realizado, lo importante es que no estorben a la
magnificencia de su frase, total, ¿quién se va a poner a verificar que
realmente hayan dicho lo que dicen que dijeron?, además, lo dice Internet, así
que debe ser cierto.
En
el afán de apantallar, de dar lustre a un discurso que no dice nada, montones
se cobijan en esas frases, oradores que se fijan más en la transición de sus
láminas o la musicalización de su video y menos en lo que están diciendo.
¿Importa?
Supongo que no, las palabras son de todos, pero no deja de ser una señal a
tomar en cuenta cuando esas palabras se emplean para presumir un conocimiento
que no se tiene o para esconder que a la hora de la rendición de cuentas no se
tiene más que un puño de frases célebres.
Coda
Los periodistas han construidos una
capillita de madera que llaman el Templo de la Fama donde todo el día clavan y
desclavan retratos, con tal escándalo que nadie escucha sus propias palabras.
La
Coda y los subtítulos fueron tomados de los Aforismos
deGeorg Christoph Lichtenberg.
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