Envoltorio de papaya Pureza
Cínicos
Razones
para considerar a Ryszard Kapuściński como un ejemplo a seguir sobran, los
reportajes publicados en The New York
Times, El País, La Jornada son siempre lecciones magistrales,
del compromiso del periodista con el oficio dan cuenta cada uno de sus libros (Viajes con Heródoto; El emperador; Ébano… el que guste); para comprender las razones por las que se le
reconoció tanta veces sólo hace falta leerlo; para citarlo como ejemplo, no,
para eso basta echarle una ojeada al título de la recopilación de entrevistas
en las que se refiere al buen periodismo: Los
cínicos no sirven para este oficio.
Al
menos en un par de ocasiones me han espetado esa frase con la intención de que
sea un insulto, siempre como una crítica a lo que considero debo de hacer en mi
trabajo. Mi respuesta es invariable, porque siempre me la escupe un crítico
montado en la superioridad que le otorga creerse puro; así que dejo mi intento
de sonrisa y me consuela pensar que el purista no ha leído al periodista, pues Kapuściński
deja muy claro a qué se refiere con cínico:
Es necesario diferenciar: una cosa
es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de
otro modo, no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una
actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud
inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo
concibe de una forma seria. Naturalmente, aquí estamos hablando sólo del gran
periodismo, que es el único del que vale la pena ocuparse, y no de esa forma
detestable de interpretarlo que con frecuencia encontramos.
Y
sigo con mi monólogo interno para disolver el sabor amargo que me deja quien
intenta rebajar el trabajo de editor al de reproductor de discursos y
boletines, difundir las buenas intenciones.
Intencional
Soy
cínico porque no creo en el periodismo militante y tampoco creo en la
obligación de la objetividad, de ahí las críticas. Como no pertenezco a ningún
grupo o partido, las “voces comprometidas” suelen demandarme que muestre mi
pasión por el periodismo objetivo haciendo eco de lo que ellos creen; es decir,
es mi obligación reproducir los elogios a la clase gobernante porque “lo están
haciendo bien” o son bien intencionados; también estoy obligado a dar
seguimiento a toda queja que venga desde la oposición, porque trabajo en La Jornada Aguascalientes, no importa si
la denuncia es una estupidez.
A
pesar de la regularidad con que escucho las críticas, todavía no puedo
acostumbrarme a la simplicidad de los argumentos con que se descalifica al
periodismo que intentamos desde este medio señalando que no somos “objetivos”.
Si en el comunicado de prensa oficial dice que el gobernador, alcalde o
diputado se compromete con los más pobres y les regala una cobija, ¿de veras
uno debe transcribirlo tal cual? Si el tótem de la oposición visita
Aguascalientes y dice que todo está mal, ¿estamos obligados a creerle?
En
ambos casos, el culto a la personalidad no deja ver a los sirvientes que en
nada ayuda a su gobernante el que se reproduzca su imagen bondadosa, que aunque
la masa aproveche cualquier acto asistencialista para hacerse de un souvenir es muy difícil que alguien crea
que nada en el mundo se mueve si no es por la voluntad bondadosa del gran jefe.
Tampoco repetir las miles de caritas sonrientes que acompañan a un líder moral
de la oposición logran convertir en oro sus dichos, no endulzan un rebuzno el
arroparlo en la grandeza de nuestra historia o en la repetición de mentiras; si
se parece a un pato, anda como un pato y grazna como…
El
lameculismo del comprometido militante no lo deja ver más allá, y a falta de
argumentos, reprocha la falta de objetividad. Si leyera, ya no los reportajes,
al menos las entrevistas que le hicieron a Kapuściński, sabría que el buen
periodismo no tiene nada que ver con la objetividad, que es intencional, como
el autor de La guerra del fútbol y otros
reportajes dice:
El verdadero periodismo es
intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar
algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del
buen periodismo. Si leéis los escritos de los mejores periodistas —las obras de
Mark Twain, de Ernest Hemingway, de Gabriel García Márquez—, comprobaréis que
se trata siempre de periodismo intencional. Están luchando por algo. Narran
para alcanzar, para obtener algo
Porque
de eso se trata, de contar historias para provocar el cambio.
Retoque
La
Agencia AP se “desvinculó” de Narciso Contreras, fotógrafo mexicano ganador del
premio Pulitzer, porque el reportero les indicó que había retocado una de las
imágenes con las que documentó los conflictos en Siria. Associated Press señaló
que “La reputación de AP es de suma importancia y reacciona con decisión y con
fuerza cuando se ve empañada por acciones de violación de nuestro código de
ética”.
Lo
que Contreras hizo fue manipular su imagen para desaparecer una cámara que
aparecía en el extremo izquierdo… eso fue todo. No ha faltado quien levante su
grito al cielo por la “injusticia” que se cometió contra el fotógrafo. No
importa que un precepto ético en el periodismo sea que no se pueden sumar o
quitar elementos a una imagen; ¿qué tanto es tantito?, juzgan severos y colocan
en el centro de la noticia al reportero.
En
su página de Facebook (https://www.facebook.com/narcisocontreras)
el fotógrafo publicó una breve carta, en ella explica: “Tomé una decisión
equivocada cubriendo la guerra en Siria y estoy enfrentando las consecuencias
ahora. Me avergüenzo de eso, sin embargo, no me avergüenzo de hacer lo que creo
firmemente es mi deber en la vida, como persona y como fotógrafo. No traté de
ocultar mi error. Previne a uno de los editores de AP sobre utilizar la imagen
alterada y me trajo graves consecuencias en mi relación de trabajo con la
agencia de noticias. No quiero excusarme por haber hecho algo que está
penalizado con vigor por la pureza de fotoperiodismo”.
Los
defensores de Narciso Contreras, los que dicen qué tanto es tantito o no es
para tanto, omiten que fue el mismo fotógrafo quien indicó a la agencia que
había realizado un retoque; más importante, que se apega al código ético del
periodismo; pero eso no sirve para quien quiera convertirlo (a pesar del reportero
mismo) en un mártir; no lo es, es un contador de historias y él lo señala en
esa carta: “Cumplí con mi deber y mi
trabajo, no pido que consideren mi vida, pido que no cierren los ojos ante el
sufrimiento y la injusticia de este mundo. No pido que me ponga en el pedestal
más alto o bajo la consideración más baja. Yo no soy la historia. No creo que
nosotros, como testigos, seamos la historia”.
Hay que leer la exposición de motivos de Narciso
Contreras, sólo así será posible no convertir el asunto en otra noticia donde
el centro son los periodistas y, a causa de esa visión cerrada, el hecho más
importante se deja de lado, sí, el respeto a un código de ética.
Coda
Los perros ladran
recopila textos dispersos de Truman Capote, los apuntes de Color local, el reportaje sobre la gira por Rusia de la compañía
Everyman Opera representando Porgy and
Bess, y otros textos sueltos, el volumen cierra con un Autorretrato fechado
en 1972, el autor señala que si bien no es una autobiografía, lo caracteriza
como “un mapa en prosa, una geografía escrita de mi vida”.
La
endemoniada genialidad de Capote está en cada uno de los párrafos, para este
texto, me quedo con unas líneas de su prólogo, estoy seguro que cierra el
círculo:
Todo lo que cuento aquí son hechos,
lo que no significa que sea la verdad, pero sí todo lo que puedo aproximarme a
ella. El periodismo, sin embargo, nunca puede ser del todo puro, como tampoco
lo es una cámara; después de todo, el arte no es agua destilada: las
impresiones personales, los prejuicios, la selección que uno mismo hace,
contaminan la pureza de la verdad sin gérmenes.
@aldan
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