en otras partes
Salvo por casos como los de —entre otros— Oé, Jelinek o Lobo Antunes, la ficción actual parecería haber abdicado de la confianza en satisfacer ese deseo de conocimiento y no sólo sugeriría, en cambio, la existencia de identidades fragmentadas e inseguidas, sino que las postularía como inaprehensibles e ilusorias, por lo que la narrativa nada perdería al desentenderse de su exploración. Musil, con todo, no incurre en el error de considerar a sus personajes como entes positivistamente definidos, sino como identidades en conflicto y en crisis. Su prosa implica una visión optimista: ese conflicto y esa crisis, aunque delatores de inestabilidad, son analizables y cognoscibles racionalmente.
Lo que nos llevaría a una vindicación: la de la novela como una forma de conocimiento sobre la identidad humana, ante la fruslería con la que no pocos autores pretenden refutar la pervivencia del género con base en escolásticos juguetitos borgesianos y experimentos metaliterarios y minimalistas que nada original ni moralmente necesario informan de nuestra condición —o, peor aún, ante el servilismo con el que cofradías enteras de escribidores redactan descremadas “novelas de entretenimiento” que harían morirse de un coraje al mismo Dickens.
Lee completo el artículo de Geney Beltrán Félix "La novela de conocimiento después de Musil" en Nexos
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